La previsión de los datos meteorológicos, en base a los últimos informes del IPCC y tal como muestran los mapas de previsión climática actualizados de Koppen, indica que las condiciones climáticas se extreman en el ámbito Mediterráneo, generando un incremento significativo tanto del periodo de riesgo de incendios forestales como del régimen de frecuencia y de la severidad de los mismos. Paralelamente nuestros bosques son cada vez más vulnerables por efecto del abandono, el cambio de usos del suelo y el cese de actividades vinculadas al sector primario en el ámbito rural, encontrándonos en la actualidad en un contexto de altísima fragilidad de nuestros sistemas forestales ante perturbaciones como el fuego.
Como consecuencia, a día de hoy, cuando se juntan estos condicionantes: períodos de meteorología extrema (olas de calor cada vez más frecuentes y duraderas), junto al incremento en la intensidad de los incendios y a un territorio favorable para la propagación (masas forestales abandonadas, continuas y poco diversas), provoca que haya incendios que sean capaz de escaparse a lo que se conoce como “capacidad de extinción
Ante este escenario, ¿ qué medidas podemos adoptar?
La lucha contra los incendios forestales en las últimas décadas se ha centrado en políticas basadas en altísimas inversiones en dispositivos de extinción y en infraestructuras de defensa que se han mostrado insuficientes en muchas ocasiones.
Por todo ello, resulta fundamental plantear nuevas estrategias de lucha contra los grandes incendios forestales que impulsen modelos de gestión y restauración forestal, ambiental y socialmente responsables y participativos que supongan una oportunidad de desarrollo sostenible a las regiones rurales que más sufren las consecuencias del fuego.
Prevención activa: soluciones integrales y participativas
El objetivo de una estrategia de prevención activa y participativa debe ser un territorio mejor preparado y menos propenso a incendios, menos vulnerable y más resiliente al impacto de incendios forestales, a través de la iniciativa autónoma de las comunidades de vecinos, debidamente empoderadas, capacitadas y conscientes de su rol en el territorio.
La agricultura, la ganadería extensiva, los aprovechamientos forestales, la silvicultura preventiva o las quemas prescritas son instrumentos que deben ser la base para la prevención de incendios forestales que permitan una gestión sostenible de los recursos naturales. El manejo de estos instrumentos permite, además de generar una actividad económica en el mundo rural que fija población, mitigar los efectos de la emergencia climática.
Un paisaje en mosaico agroforestal, vivo, inteligente, y con actividades vinculadas al sector primario, es un paisaje más resiliente a los GIF y al cambio climático
Medidas para reducir la carga de combustible
En términos operativos, se pueden llevar a cabo actuaciones y medidas en todo el territorio siempre que se concilie el uso sostenible de los recursos y las actividades humanas, así como los intereses de todos los actores involucrados a través de intervenciones cuya prioridad sea la disminución significativa del riesgo de incendio a través de la reducción del combustible.